Safa nº 50 Edición Semana Santa

Pablo Andrades nos envía la edición del «Safa» nº 50.

En él encontraremos las diferentes actividades que vivimos en Semana Santa, en la portada aparece la 1ª Comunidad Neocatecumenal de nuestra parroquia revestida con las túnicas blancas en la Catedral de Valencia donde sabéis celebraron  vigilia pascual con el cardenal Ms. Agustín que es la última que el vivirá como arzobispo de Valencia.

Podéis descargarla desde aquí:

Video Mensaje Urbi et Orbi (no os lo perdáis)

Queridos hermanos y hermanas
de Roma y del mundo entero

A todos vosotros dirijo de corazón la felicitación pascual con las palabras de san Agustín: «Resurrectio Domini, spes nostra», «la resurrección del Señor es nuestra esperanza» (Sermón 261,1). Con esta afirmación, el gran Obispo explicaba a sus fieles que Jesús resucitó para que nosotros, aunque destinados a la muerte, no desesperáramos, pensando que con la muerte se acaba totalmente la vida; Cristo ha resucitado para darnos la esperanza (cf. ibíd.).

Queridos hermanos y hermanas
de Roma y del mundo entero

A todos vosotros dirijo de corazón la felicitación pascual con las palabras de san Agustín: «Resurrectio Domini, spes nostra», «la resurrección del Señor es nuestra esperanza» (Sermón 261,1). Con esta afirmación, el gran Obispo explicaba a sus fieles que Jesús resucitó para que nosotros, aunque destinados a la muerte, no desesperáramos, pensando que con la muerte se acaba totalmente la vida; Cristo ha resucitado para darnos la esperanza (cf. ibíd.).

En efecto, una de las preguntas que más angustian la existencia del hombre es precisamente ésta: ¿qué hay después de la muerte? Esta solemnidad nos permite responder a este enigma afirmando que la muerte no tiene la última palabra, porque al final es la Vida la que triunfa. Nuestra certeza no se basa en simples razonamientos humanos, sino en un dato histórico de fe: Jesucristo, crucificado y sepultado, ha resucitado con su cuerpo glorioso. Jesús ha resucitado para que también nosotros, creyendo en Él, podamos tener la vida eterna. Este anuncio está en el corazón del mensaje evangélico. San Pablo lo afirma con fuerza: «Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo». Y añade: «Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados» (1 Co 15,14.19). Desde la aurora de Pascua una nueva primavera de esperanza llena el mundo; desde aquel día nuestra resurrección ya ha comenzado, porque la Pascua no marca simplemente un momento de la historia, sino el inicio de una condición nueva: Jesús ha resucitado no porque su recuerdo permanezca vivo en el corazón de sus discípulos, sino porque Él mismo vive en nosotros y en Él ya podemos gustar la alegría de la vida eterna.

Por tanto, la resurrección no es una teoría, sino una realidad histórica revelada por el Hombre Jesucristo mediante su «pascua», su «paso», que ha abierto una «nueva vía» entre la tierra y el Cielo (cf. Hb 10,20). No es un mito ni un sueño, no es una visión ni una utopía, no es una fábula, sino un acontecimiento único e irrepetible: Jesús de Nazaret, hijo de María, que en el crepúsculo del Viernes fue bajado de la cruz y sepultado, ha salido vencedor de la tumba. En efecto, al amanecer del primer día después del sábado, Pedro y Juan hallaron la tumba vacía. Magdalena y las otras mujeres encontraron a Jesús resucitado; lo reconocieron también los dos discípulos de Emaús en la fracción del pan; el Resucitado se apareció a los Apóstoles aquella tarde en el Cenáculo y luego a otros muchos discípulos en Galilea.

El anuncio de la resurrección del Señor ilumina las zonas oscuras del mundo en que vivimos. Me refiero particularmente al materialismo y al nihilismo, a esa visión del mundo que no logra transcender lo que es constatable experimentalmente, y se abate desconsolada en un sentimiento de la nada, que sería la meta definitiva de la existencia humana. En efecto, si Cristo no hubiera resucitado, el «vacío» acabaría ganando. Si quitamos a Cristo y su resurrección, no hay salida para el hombre, y toda su esperanza sería ilusoria. Pero, precisamente hoy, irrumpe con fuerza el anuncio de la resurrección del Señor, que responde a la pregunta recurrente de los escépticos, referida también por el libro del Eclesiastés: «¿Acaso hay algo de lo que se pueda decir: “Mira, esto es nuevo?”» (Qo 1,10). Sí, contestamos: todo se ha renovado en la mañana de Pascua. «Mors et vita / duello conflixere mirando: dux vitae mortuus / regnat vivus» – Lucharon vida y muerte / en singular batalla / y, muerto el que es Vida, / triunfante se levanta. Ésta es la novedad. Una novedad que cambia la existencia de quien la acoge, como sucedió a lo santos. Así, por ejemplo, le ocurrió a san Pablo.

En el contexto del Año Paulino, hemos tenido ocasión muchas veces de meditar sobre la experiencia del gran Apóstol. Saulo de Tarso, el perseguidor encarnizado de los cristianos, encontró a Cristo resucitado en el camino de Damasco y fue «conquistado» por Él. El resto lo sabemos. A Pablo le sucedió lo que más tarde él escribirá a los cristianos de Corinto: «El que vive con Cristo, es una criatura nueva; lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo» (2 Co 5,17). Fijémonos en este gran evangelizador, que con el entusiasmo audaz de su acción apostólica, llevó el Evangelio a muchos pueblos del mundo de entonces. Que su enseñanza y ejemplo nos impulsen a buscar al Señor Jesús. Nos animen a confiar en Él, porque ahora el sentido de la nada, que tiende a intoxicar la humanidad, ha sido vencido por la luz y la esperanza que surgen de la resurrección. Ahora son verdaderas y reales las palabras del Salmo: «Ni la tiniebla es oscura para ti / la noche es clara como el día» (139[138],12). Ya no es la nada la que envuelve todo, sino la presencia amorosa de Dios. Más aún, hasta el reino mismo de la muerte ha sido liberado, porque también al «abismo» ha llegado el Verbo de la vida, aventado por el soplo del Espíritu (v. 8).

Si es verdad que la muerte ya no tiene poder sobre el hombre y el mundo, sin embargo quedan todavía muchos, demasiados signos de su antiguo dominio. Si, por la Pascua, Cristo ha extirpado la raíz del mal, necesita sin no obstante hombres y mujeres que lo ayuden siempre y en todo lugar a afianzar su victoria con sus mismas armas: las armas de la justicia y de la verdad, de la misericordia, del perdón y del amor. Éste es el mensaje que, con ocasión del reciente viaje apostólico a Camerún y Angola, he querido llevar a todo el Continente africano, que me ha recibido con gran entusiasmo y dispuesto a escuchar. En efecto, África sufre enormemente por conflictos crueles e interminables, a menudo olvidados, que laceran y ensangrientan varias de sus Naciones, y por el número cada vez mayor de sus hijos e hijas que acaban siendo víctimas del hambre, la pobreza y la enfermedad. El mismo mensaje repetiré con fuerza en Tierra Santa, donde tendré la alegría de ir dentro de algunas semanas. La difícil, pero indispensable reconciliación, que es premisa para un futuro de seguridad común y de pacífica convivencia, no se hará realidad sino por los esfuerzos renovados, perseverantes y sinceros para la solución del conflicto israelí-palestino. Luego, desde Tierra Santa, la mirada se ampliará a los Países limítrofes, al Medio Oriente, al mundo entero. En un tiempo de carestía global de alimentos, de desbarajuste financiero, de pobrezas antiguas y nuevas, de cambios climáticos preocupantes, de violencias y miserias que obligan a muchos a abandonar su tierra buscando una supervivencia menos incierta, de terrorismo siempre amenazante, de miedos crecientes ante un porvenir problemático, es urgente descubrir nuevamente perspectivas capaces de devolver la esperanza. Que nadie se arredre en esta batalla pacífica comenzada con la Pascua de Cristo, el cual, lo repito, busca hombres y mujeres que lo ayuden a afianzar su victoria con sus mismas armas, las de la justicia y la verdad, la misericordia, el perdón y el amor.

«Resurrectio Domini, spes nostra». La resurrección de Cristo es nuestra esperanza. La Iglesia proclama hoy esto con alegría: anuncia la esperanza, que Dios ha hecho firme e invencible resucitando a Jesucristo de entre los muertos; comunica la esperanza, que lleva en el corazón y quiere compartir con todos, en cualquier lugar, especialmente allí donde los cristianos sufren persecución a causa de su fe y su compromiso por la justicia y la paz; invoca la esperanza capaz de avivar el deseo del bien, también y sobre todo cuando cuesta. Hoy la Iglesia canta «el día en que actuó el Señor» e invita al gozo. Hoy la Iglesia ora, invoca a María, Estrella de la Esperanza, para que conduzca a la humanidad hacia el puerto seguro de la salvación, que es el corazón de Cristo, la Víctima pascual, el Cordero que «ha redimido al mundo», el Inocente que nos «ha reconciliado a nosotros, pecadores, con el Padre». A Él, Rey victorioso, a Él, crucificado y resucitado, gritamos con alegría nuestro Alleluia.

DIOS, HA ESTADO GRANDE CON SU PUEBLO

Algo de mi historia

Me llamo Francisco, tengo 47 años, estoy casado con María José, y tenemos 4 hijos (Ester, Israel, Marta e Irene); desde hace mas de 30 años formo parte de las comunidades neocatecumenales.

Mirando hacia atrás, veo que Dios ha realizado multitud de milagros en mi vida, grandes y pequeños. Me casé fiándome de una palabra: «Dios proveerá» es lo que le decía Abraham a su hijo Isaac camino del sacrificio, y hasta hoy, así ha sido.

Dios ha provisto de todo en mi vida. Todo empezó cuando anunciamos a nuestros padres la intención de casarnos en la primavera de 1988 y nadie daba crédito a nuestra decisión.

Para mi familia y la de mi novia era un escándalo, yo no tenía trabajo, ni piso, ni dinero, nada, solo teníamos una Palabra de la que fiarnos y que todavía conservamos en nuestro corazón.

A este milagro le han sucedido otros muchos, como el tener 4 hijos, todos con cesáreas, el seguir casado con la misma persona durante 20 años y estar enamorado como el primer día que la conocí, el poder convivir con un grupo de personas tan disparatadamente diferentes, durante tantos años y amarlos como son, el haberme reconciliado con los fantasmas de mi infancia y adolescencia y muchos otros más que algún día contaré.

Quiero deciros que estas semanas, han sido de una intensidad y experiencia, únicas e irrepetibles para todos.

Toda la cuaresma vivida en comunitaria oración y puesta en común de nuestra experiencia de fe, de todos estos años de caminar juntos. Todos hemos podido decir cosas grandes de Dios, y de su Iglesia, no solo a los hermanos de nuestra comunidad, sino también a nuestros hijos; y a todos aquellos que nos han querido escuchar por las calles y plazas de Torrent, de cómo el Señor nos ha cuidado y consolado en el sufrimiento como padre y madre que es, de cómo ha curado y vendado nuestras heridas; reconstruido nuestras vidas desde la ruina en que las habíamos convertido, de cómo nos ha dado el ciento por uno en todo y de cómo nos ha Amado y nos Ama, siendo como somos.

Ahora comienza una nueva etapa para todos nosotros, después de haber podido renovar aquellas promesas bautismales que siendo niños nuestros padres y padrinos hicieron por nosotros.

Hoy somos conscientes de nuestra renuncia a Satanás, padre de la mentira, que nos ha engañado durante tanto tiempo, de nuestra adhesión como sarmientos a la Vid verdadera, que es Cristo y de nuestra pertenencia a la Iglesia Católica que es nuestra Madre.

Y por eso lo hemos celebrado a lo grande, con nuestras familias y amigos y así lo seguiremos celebrando durante los 50 días de Pascua.

Feliz Pascua de Resurrección a todos.

«¡Cristo ha resucitado!»

Verdaderamente ha resucitado.

F.J.Yepes
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Esta Pascua estaremos con el Cardenal

VALENCIA, 9 (EUROPA PRESS)

El Viernes Santo, el cardenal García-Gasco presidirá a las 12 horas el Vía Crucis por el interior de la Catedral de Valencia, en el que los canónigos predicarán las 14 estaciones frente a cada una de las respectivas pinturas en tabla de madera del siglo XVIII colocadas en las naves laterales de la Catedral, según indicaron fuentes de la comisión diocesana de Liturgia.

El mismo Viernes Santo, a las 18 horas, el purpurado oficiará también en la Catedral la solemne celebración de la Pasión del Señor. Según explicaron las mismas fuentes, durante la ceremonia será venerada la reliquia de la Vera Cruz, un relicario de plata del siglo XV con fragmentos de madera de la cruz original, unidos en forma de cruz patriarcal. Asimismo, intervendrá la Coral de la Catedral que interpretará cantos gregorianos y polifónicos.

Finalmente, el Sábado Santo el Cardenal celebrará en la Seo, a las 22 horas, la Solemne Vigilia Pascual, que se iniciará con la bendición del «nuevo fuego» en la Puerta de los Hierros y el posterior lucernario en el interior de la Catedral.

La celebración, en la que se interpretarán cantos gregorianos y populares, proseguirá con la liturgia de la Palabra, la renovación de las promesas bautismales y la Eucaristía. También participarán dos comunidades del Camino Neocatecumenal que han terminado su proceso de formación, procedentes de Alcoy y de Torrent.

El sonido de las matracas, o cajas de madera en forma de cruz, reemplazarán al de las campanas en las celebraciones que tengan lugar desde hoy, Jueves Santo, en el momento del ‘Gloria’ hasta el ‘Gloria’ del próximo Sábado Santo.

La sustitución de las campanas por las matracas se debe a que el sonido «bronco y mate» que producen las matracas al ser golpeada la madera «es más acorde que las campanas con el tiempo en que los cristianos recordamos la muerte de Cristo», según explicó el presidente de la Asociación de Campaners de la Catedral, Francesc Llop.

En el caso de la Catedral, las matracas, de dos metros de alto, serán accionadas con cuerdas por un operario desde la misma sala de campanas. Las cinco campanas mayores de la Catedral de Valencia volverán a ser volteadas el Domingo de Resurrección de 12 a 13 horas.

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